18.12.13
Eivissa Antiga - Taxis i bicicleta al Port d'Eivissa any 1956
Informació de Pablo Valverde Castell al grup de fbk Eivissa Antiga:
Fotografía inédita del vapor "Manolito" tomada desde el Casino de Ibiza encima del bar Cas Bagaix. Años 1956-57 aprox.
Foto archivo Nuria Costa. Estaba en marcha la ampliación del martillo. Obsérvense los 4 taxis aparcados enfrente (último modelo de aquellos tiempos). Luce la bandera con la C M de Correo Marítimo.
14.12.13
Eivissa Antiga - Nenes de Santa Gertrudis 1960
Realitzada a la primavera de 1960
Impressió d'octubre de 1960 (Ilfachrome Print)
Autor: Ciryl Wilson (1911-2002) — amb Margarita Torres Cardona i Catalina Torres Cardona.
Informació de Pepe Roselló Torres.
Eivissa Antiga - Bar Rubió
Bicicleta a la porta de l'antic ´Bar Rubió´, a la cantonada del carrer de Mar i Antoni Palau al barri de la Marina d'Eivissa.
Fotografia de:
Heinz Vontin
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Becari en pràctiques al Taller restauració amb la ORBEA DEBA
Amb una estona de feina, la Orbea va agafant un altre color... Ara esta quasi tota desmuntada, falta netejar-ho tot a fons, treure el rovell i intentar tornar-la a muntar.
A les imatges un detall de la recuperació del parafang del darrere. La matrícula és de la Ciutat d'Eivissa amb data 1981.
Si algú em vol ajudar o donar consells endavant, queda molta feina!
A les imatges un detall de la recuperació del parafang del darrere. La matrícula és de la Ciutat d'Eivissa amb data 1981.
Si algú em vol ajudar o donar consells endavant, queda molta feina!
11.11.13
364 días sin poder dar pedales
http://www.diariodeibiza.es/deportes/2013/11/11/364-dias-dar-pedales/656468.html
Vila celebra la vigesimotercera edición de su tradicional jornada cicloturista con las mismas deficiencias para circular en bicicleta por sus calles que hace dos décadas El plan para instalar un servicio de alquiler de bicis está en punto muerto
11.11.2013
pablo sierra del sol | ibiza
Cuando uno llega en tren a la ciudad neerlandesa de Groningen lo primero
que verán sus ojos al poner un pie en el andén serán bicicletas.
Muchas. Una aglomeración que roza el horror vacui al pisar la calle:
gente (por lo común, rubia y espigada) yendo de un lado a otro a
pedaladas. Desde señoras con tacones a trabajadores de banca trajeados.
Todos siguiendo su rutina habitual. Y al fondo, para completar la
estampa, de un enorme aparcamiento de varias plantas solo para esta
clase de vehículos sin motor no dejarán de entrar y salir holandeses a
punto de cambiar pedales por vagones de ferrocarril o viceversa.
Cuando
uno llega a la ciudad de Eivissa verá pocas o ninguna bicicleta, una
clara minoría frente a los automóviles particulares, los taxis, las
motocicletas de cualquier tipo de cilindrada y los vetustos autobuses
que recorren las calles y avenidas vileras. Los ciclistas que se divisen
(especialmente en fin de semana) irán vestidos de ciclistas y no de
paisano: serán, por lo general, vecinos del municipio con más densidad
de población de Balears en huida a las carreteras rurales para dar
rienda suelta a su pasión deportiva.
Solo un domingo al año,
Eivissa puede soñar con ser Groningen. Cae en noviembre y se celebra
desde 1991 bajo el epígrafe de Día del Pedal. Ayer se vivió la
vigesimotercera edición de este evento, a caballo entre la promoción
deportiva y el fomento del respeto que deben guardar coches y motos
hacia el eslabón más débil del tráfico rodado. Unas 1.525 bicis se
congregaron en el bulevar Abel Matutes, una de las pocas zonas ciclables
de la población. La concurrencia a esta cita va a la baja. Desde 2010
se han perdido medio millar de sillines, alejándose mucho de la barrera
de los 2.000.
No obstante, la principal preocupación de los
amantes de la bici que no fallaron al Día del Pedal iba en otra
dirección. Vila sigue sin adaptar sus calles para circular por ellas con
suficiente seguridad. Desde que se impulsó esta iniciativa durante la
segunda legislatura del popular Enrique Fajarnés, las mejoras en este
aspecto han sido mínimas. Durante los gobiernos de los socialistas Xico
Tarrés (1999-2007), Lurdes Costa (2007-2011) y las conservadoras
Marienna Sánchez-Jáuregui (2011-2013) y Pilar Marí (desde el pasado
junio), el carril-bici sigue siendo un desconocido.
«Tenemos un
proyecto encima de la mesa para ampliar y mejorar zonas, pero no le
compete a mi departamento acometerlo. Es responsabilidad de la
concejalía de Movilidad y Medio Ambiente», explicó ayer Mar Sánchez,
regidora de Deportes desde las últimas elecciones municipales. A día de
hoy, solamente el citado bulevar, el Paseo Juan Carlos I y zonas de los
barrios de es Pratet y ses Figueretes tienen vías reservadas para
bicicletas, que también pueden rodar segregadas del tráfico motorizado
–pero no de los peatones– a lo largo de la playa que da nombre a la
última zona urbana mencionada.
El proyecto al que aludió ayer
Sánchez no lo tiene nada fácil para ver la luz tras el reciente anuncio
del Ayuntamiento de Eivissa de posponer la reforma y peatonalización de
Vara de Rey (presupuestada en más de 4 millones) hasta que acabe la
crisis económica. Pilar Marí alegó el pasado sábado «falta de liquidez»
para lavarle la cara al paseo.
La bici siempre ha sido un tema
espinoso para los políticos que han ostentado cargos públicos tanto en
el Consistorio como en el Consell. «Crear carriles está muy bien, pero
no sabemos dónde ponerlos», se excusó en otoño de 2011 Joan Mayans,
actual concejal de Movilidad, en un coloquio sobre medio ambiente en el
Club Diario. Medio año antes (a solo tres meses de comicios autonómicos y
locales), Albert Prats, conseller del mismo ramo, presentó un plan para
reformar la ronda E-10. En el centro de la vía se quería construir un
carril-bici, perdido en el limbo de las promesas electorales tras la
derrota progresista.
«Si el proyecto sale adelante, ubicaremos un
alquiler de bicicletas que sería muy beneficioso para los ciudadanos»,
comentó ayer Mar Sánchez.
Esa idea no es de nuevo cuño, aunque
nunca se ha podido trasladar a la isla el éxito del Bicing barcelonés,
algo que sí han hecho Zaragoza (Bizi), Valencia (Valenbisi), Burgos
(Bicibur), Salamanca (Salenbici) o Girona (Girocleta) por citar algunos
ejemplos.
En el verano de 2009, Joan Rubio, edil para asuntos
medioambientales durante la legislatura de Lurdes Costa, profetizó que
el alquiler de bicis comenzaría antes de que acabara aquel año. Febrero
de 2010. El propio Rubio explica a los ciberlectores de es Diari en una
entrevista on-line que ese servicio se implantará a la mayor brevedad.
Paradójicamente, es en ese mismo mes de febrero cuando el concurso para
otorgar la concesión de Eibici –así se había bautizado a la idea– queda
desierto al no satisfacer el pliego de condiciones exigido la única
empresa que se presentó.
Clima óptimo para el ciclismo
Bajo
20 agradables grados, los 1.525 participantes en el XXIII Día del Pedal
se dividieron en tres grupos en base a sus edades (había niños de hasta
tres años acompañados por sus padres y abuelos) para recorrer tres
circuitos diferentes, el más largo de nueve kilómetros y que obligó al
cierre temporal de vías como Isidor Macabich o Ignasi Wallis. Durante el
mismo mediodía, 1.600 kilómetros más al norte, con trece grados menos
en el mercurio y bajo una llovizna molesta, Groningen volvió a moverse
un día más al ritmo de sus bicicletas. Hoy, pese a ser laborable,
volverá a hacerlo. El documental de Streetfilms The World's Cycling City
da fe de ello y narra la reconversión que tuvo que acometer esta
universitaria urbe cercana a la frontera alemana en los años 60 y 70
para expulsar a los tubos de escape de su casco urbano.
Mientras
tanto, en Vila, muchas bicis volverán a quedar aparcadas hasta el
siguiente fin de semana. Con la excepción de Dalt Vila, encontrarse en
un llano (como los Países Bajos) no ayuda al resto del municipio a
fomentar las pedaladas, locomoción cada vez más habitual en Estocolmo,
Berlín... o Barcelona. Desde el 17 de marzo de 2007, la capital catalana
cuenta con una red de estaciones (424 actualmente) para alquilar estos
vehículos las 24 horas. Mientras en Eivissa aún se sopesa la idea, por
los carriles-bici de la Diagonal o la Gran Via ruedan a diario 6.000
velocípedos rojos propiedad del Consistorio barcelonés.
Sant Josep considera que «no tiene sentido» hacer un carril bici al final de ses Salines
http://ultimahora.es/ibiza/noticia/noticias/local/sant-josep-considera-tiene-sentido-hacer-carril-bici-final-ses-salines.html
Así lo asegura el informe técnico que acompaña a la alegación que presentó el Consistorio al proyecto de mejora de la carretera de ses Salines, que contempla, en una primera fase, la construcción de un carril bici paralelo a la vía.
Este informe técnico recuerda que el acceso a las playas se suele realizar con vehículos a motor y que en el proyecto tampoco se ha previsto ni al comienzo ni al final del vial ciclista unos aparacamientos para los coches en los que presumiblemente accedan los usuarios del carril bici. «Precisamente el tramo de la vía en que se proyecta es el menos peligroso para los ciclistas, ya que en la mayor parte de su recorrido existe incluso una doble vía, una destinada a la circulación y otra a aparcamiento, pudiendo circular con poco riesgo por esta última», dice el informe, que cree que «no tiene sentido» realizar esta obra «y más en las circunstancias económicas actuales».
C. Roig | Eivissa | 10/11/2013
El consistorio pide al Consell que reconsidere el proyecto y redacte uno nuevo
El Ayuntamiento de Sant Josep considera que «no tiene sentido» construir un carril bici en el tramo final de la carretera de ses Salines, ya que cree que este vial ciclista va «de ninguna parte a ninguna parte», ya que comienza a 4 kilómetros de Sant Jordi y termina 250 metros antes de sa Canal.Así lo asegura el informe técnico que acompaña a la alegación que presentó el Consistorio al proyecto de mejora de la carretera de ses Salines, que contempla, en una primera fase, la construcción de un carril bici paralelo a la vía.
Este informe técnico recuerda que el acceso a las playas se suele realizar con vehículos a motor y que en el proyecto tampoco se ha previsto ni al comienzo ni al final del vial ciclista unos aparacamientos para los coches en los que presumiblemente accedan los usuarios del carril bici. «Precisamente el tramo de la vía en que se proyecta es el menos peligroso para los ciclistas, ya que en la mayor parte de su recorrido existe incluso una doble vía, una destinada a la circulación y otra a aparcamiento, pudiendo circular con poco riesgo por esta última», dice el informe, que cree que «no tiene sentido» realizar esta obra «y más en las circunstancias económicas actuales».
30.8.13
Alemania cambia el coche por la bici
http://internacional.elpais.com/internacional/2013/08/29/actualidad/1377802633_818631.html
Juan Gómez Berlín 29 AGO 2013
Juan Gómez Berlín 29 AGO 2013
La pasión por los automóviles se enfría con la creciente conciencia ecológica de los jóvenes
Hay 73 millones de bicicletas para 80,5 millones de habitantes
Que "en Berlín no se puede vivir sin bicicleta", en boca de Martin y
Susi, es una de esas verdades que suenan incontrovertibles hasta que uno
consulta los datos históricos. Sí que se puede, pero cada vez menos. Su
uso se quintuplicó entre 1975 y 2001. Desde 2008, se ha duplicado. Un
paseo breve por el soleado Berlín de finales de agosto confirmará su
pujanza en el país de gigantes del automóvil como la semipública
Volkswagen, tercer fabricante mundial, o la bávara BMW y la suaba
Daimler. Martin, que el miércoles se interesaba por una bicicleta nueva
de acero en una céntrica tienda berlinesa, considera su coche "solo un
objeto práctico". Admite que "todavía muchos alemanes mantienen un
vínculo personal" con su automóvil y, según describe sonriendo, "lo
lavan semanalmente y lo miman como a un hijo". Pero aunque ellos son un
matrimonio con hijos, el Volkswagen de Susi y Martin "se queda aparcado
en la calle y cubierto de polvo" hasta que hace falta.
Las llamadas de atención a los fabricantes se han multiplicado en los últimos años. Un estudio de una universidad privada alerta de que "para más de un tercio" de los alemanes menores de 25 años, "el coche es un medio de transporte más". No están dispuestos a sacrificar sus viajes ni a reducir otros gastos para costearse un vehículo. Solo el 4% de los jóvenes consultados en 2010 prefería tener coche propio que irse de casa de sus padres. El 18% invertiría sus ahorros en un automóvil. Mala señal para una industria especializada en coches de gamas media y alta. Solo alrededor del 7% de los compradores de coches nuevos en Alemania tiene menos de 29 años. Hace poco más de diez años, representaban casi el 15% del total. La perla de la industria alemana crece gracias a las exportaciones, en alza desde hace años.
Para el sociólogo berlinés Andreas Knie, "estamos ante un proceso imparable" que no se limita a las grandes ciudades o a sus barrios acomodados como Prenzlauer Berg, donde según el Senado (Gobierno regional) las bicicletas suponen el 40% del tráfico. La relación de los alemanes con sus automóviles "lleva casi 20 años enfriándose". Es generacional: las calles están saturadas de coches y quien quiera tiene acceso a uno. Su valor como símbolo de estatus o como logro personal tiende, así, al cero. Dice Knie que "hay demasiados coches, por todas partes: ya son como el agua del grifo". Pero mantenerlos es "cada vez más caro y problemático", un engorro. Tener coche propio se está convirtiendo en "una antigualla". No porque los jóvenes renuncien al individualismo que simbolizó en las décadas del milagro alemán de la posguerra; "al contrario, es porque el coche ya no encarna eso". Los alemanes "siguen siendo cada vez más individualistas, pero tienen otros distintivos, la ropa o los artilugios electrónicos portátiles".
Como el teléfono móvil estadounidense que saca Paola, de 33 años, cuando necesita un coche. Si le sorprende una tormenta, cosa nada rara en el agosto berlinés, cuando nieva en invierno o cuando su hijo recién nacido le obliga a transportar bultos de peso, esta productora de televisión abre un programa en la pantalla táctil de su móvil para ver dónde hay aparcados coches de alquiler. Dice que la distancia "casi nunca supera unos minutos a pie". El coche se abre a través del programa de su móvil, que también gestiona los pagos, de entre 29 y 34 céntimos por minuto. Lo deja aparcado en el lugar de destino. Un taxi, dice, "costaría cuatro veces más". Este sistema de alquiler por periodos cortos, conocido como car sharing, se extiende por Alemania con gran éxito, redondeando el auge de la bicicleta.
Es un vehículo simpático, con el punto heroico que le confieren las gestas del Tour de Francia o el Giro italiano. Así que la canciller Angela Merkel arranca sonrisas si dice que "Alemania es una nación ciclista". Cuando toca legislar es otra cosa. En otra demostración de que la potencia alemana no se mide solo en la cilindrada absurda de los Porsche o los Mercedes que fabrican sus empresas, Merkel bloqueó en junio el acuerdo europeo para rebajar el límite de dióxido de carbono que pueden emitir los coches. En Alemania, la simple sugerencia de imponer límites de velocidad en las autopistas hace que la industria y millones de alemanes pongan el grito en el cielo. Ni a los democristianos de Merkel (CDU) ni a la oposición socialdemócrata se les ocurre proponerlo en la campaña de las elecciones de septiembre.
Pero según publica el Club Alemán de la Bicicleta (ADFC), en un informe patrocinado por el Ministerio de Transporte, el 24% de los alemanes mayores de 14 años dice usar la bicicleta "a diario"; el 29%, al menos una vez a la semana, y el 16%, un mínimo de una vez al mes. Con una población algo superior a los 80,5 millones de personas, en toda Alemania ruedan más de 73 millones de bicicletas. Se venden unos cuatro millones al año por unos 450 euros de precio medio.
Esta marcha triunfal también encierra sus riesgos y sus conflictos. En el tráfico urbano, el ciclista es más veloz y ágil y se mueve entre el peatón y el automovilista por una zona de sombra legal, lo cual le permite saltarse las normas y reclamar el estatus que más le convenga. El automovilista alemán respeta las señales y los semáforos y espera lo mismo del pedalista, que a menudo se ve tratado con animadversión. El 90% de los ciclistas adultos tiene carné de conducir, pero el mero cambio de vehículo puede afectar como el jarabe del Dr. Jekyll: al volante de un automóvil, no pocos apasionados de la bici maldicen la profusión de ciclistas que toman la ciudad cada día.
Las llamadas de atención a los fabricantes se han multiplicado en los últimos años. Un estudio de una universidad privada alerta de que "para más de un tercio" de los alemanes menores de 25 años, "el coche es un medio de transporte más". No están dispuestos a sacrificar sus viajes ni a reducir otros gastos para costearse un vehículo. Solo el 4% de los jóvenes consultados en 2010 prefería tener coche propio que irse de casa de sus padres. El 18% invertiría sus ahorros en un automóvil. Mala señal para una industria especializada en coches de gamas media y alta. Solo alrededor del 7% de los compradores de coches nuevos en Alemania tiene menos de 29 años. Hace poco más de diez años, representaban casi el 15% del total. La perla de la industria alemana crece gracias a las exportaciones, en alza desde hace años.
Para el sociólogo berlinés Andreas Knie, "estamos ante un proceso imparable" que no se limita a las grandes ciudades o a sus barrios acomodados como Prenzlauer Berg, donde según el Senado (Gobierno regional) las bicicletas suponen el 40% del tráfico. La relación de los alemanes con sus automóviles "lleva casi 20 años enfriándose". Es generacional: las calles están saturadas de coches y quien quiera tiene acceso a uno. Su valor como símbolo de estatus o como logro personal tiende, así, al cero. Dice Knie que "hay demasiados coches, por todas partes: ya son como el agua del grifo". Pero mantenerlos es "cada vez más caro y problemático", un engorro. Tener coche propio se está convirtiendo en "una antigualla". No porque los jóvenes renuncien al individualismo que simbolizó en las décadas del milagro alemán de la posguerra; "al contrario, es porque el coche ya no encarna eso". Los alemanes "siguen siendo cada vez más individualistas, pero tienen otros distintivos, la ropa o los artilugios electrónicos portátiles".
Como el teléfono móvil estadounidense que saca Paola, de 33 años, cuando necesita un coche. Si le sorprende una tormenta, cosa nada rara en el agosto berlinés, cuando nieva en invierno o cuando su hijo recién nacido le obliga a transportar bultos de peso, esta productora de televisión abre un programa en la pantalla táctil de su móvil para ver dónde hay aparcados coches de alquiler. Dice que la distancia "casi nunca supera unos minutos a pie". El coche se abre a través del programa de su móvil, que también gestiona los pagos, de entre 29 y 34 céntimos por minuto. Lo deja aparcado en el lugar de destino. Un taxi, dice, "costaría cuatro veces más". Este sistema de alquiler por periodos cortos, conocido como car sharing, se extiende por Alemania con gran éxito, redondeando el auge de la bicicleta.
Es un vehículo simpático, con el punto heroico que le confieren las gestas del Tour de Francia o el Giro italiano. Así que la canciller Angela Merkel arranca sonrisas si dice que "Alemania es una nación ciclista". Cuando toca legislar es otra cosa. En otra demostración de que la potencia alemana no se mide solo en la cilindrada absurda de los Porsche o los Mercedes que fabrican sus empresas, Merkel bloqueó en junio el acuerdo europeo para rebajar el límite de dióxido de carbono que pueden emitir los coches. En Alemania, la simple sugerencia de imponer límites de velocidad en las autopistas hace que la industria y millones de alemanes pongan el grito en el cielo. Ni a los democristianos de Merkel (CDU) ni a la oposición socialdemócrata se les ocurre proponerlo en la campaña de las elecciones de septiembre.
Pero según publica el Club Alemán de la Bicicleta (ADFC), en un informe patrocinado por el Ministerio de Transporte, el 24% de los alemanes mayores de 14 años dice usar la bicicleta "a diario"; el 29%, al menos una vez a la semana, y el 16%, un mínimo de una vez al mes. Con una población algo superior a los 80,5 millones de personas, en toda Alemania ruedan más de 73 millones de bicicletas. Se venden unos cuatro millones al año por unos 450 euros de precio medio.
Esta marcha triunfal también encierra sus riesgos y sus conflictos. En el tráfico urbano, el ciclista es más veloz y ágil y se mueve entre el peatón y el automovilista por una zona de sombra legal, lo cual le permite saltarse las normas y reclamar el estatus que más le convenga. El automovilista alemán respeta las señales y los semáforos y espera lo mismo del pedalista, que a menudo se ve tratado con animadversión. El 90% de los ciclistas adultos tiene carné de conducir, pero el mero cambio de vehículo puede afectar como el jarabe del Dr. Jekyll: al volante de un automóvil, no pocos apasionados de la bici maldicen la profusión de ciclistas que toman la ciudad cada día.
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