Vila celebra la vigesimotercera edición de su tradicional jornada cicloturista con las mismas deficiencias para circular en bicicleta por sus calles que hace dos décadas El plan para instalar un servicio de alquiler de bicis está en punto muerto
11.11.2013
pablo sierra del sol | ibiza
Cuando uno llega en tren a la ciudad neerlandesa de Groningen lo primero
que verán sus ojos al poner un pie en el andén serán bicicletas.
Muchas. Una aglomeración que roza el horror vacui al pisar la calle:
gente (por lo común, rubia y espigada) yendo de un lado a otro a
pedaladas. Desde señoras con tacones a trabajadores de banca trajeados.
Todos siguiendo su rutina habitual. Y al fondo, para completar la
estampa, de un enorme aparcamiento de varias plantas solo para esta
clase de vehículos sin motor no dejarán de entrar y salir holandeses a
punto de cambiar pedales por vagones de ferrocarril o viceversa.
Cuando
uno llega a la ciudad de Eivissa verá pocas o ninguna bicicleta, una
clara minoría frente a los automóviles particulares, los taxis, las
motocicletas de cualquier tipo de cilindrada y los vetustos autobuses
que recorren las calles y avenidas vileras. Los ciclistas que se divisen
(especialmente en fin de semana) irán vestidos de ciclistas y no de
paisano: serán, por lo general, vecinos del municipio con más densidad
de población de Balears en huida a las carreteras rurales para dar
rienda suelta a su pasión deportiva.
Solo un domingo al año,
Eivissa puede soñar con ser Groningen. Cae en noviembre y se celebra
desde 1991 bajo el epígrafe de Día del Pedal. Ayer se vivió la
vigesimotercera edición de este evento, a caballo entre la promoción
deportiva y el fomento del respeto que deben guardar coches y motos
hacia el eslabón más débil del tráfico rodado. Unas 1.525 bicis se
congregaron en el bulevar Abel Matutes, una de las pocas zonas ciclables
de la población. La concurrencia a esta cita va a la baja. Desde 2010
se han perdido medio millar de sillines, alejándose mucho de la barrera
de los 2.000.
No obstante, la principal preocupación de los
amantes de la bici que no fallaron al Día del Pedal iba en otra
dirección. Vila sigue sin adaptar sus calles para circular por ellas con
suficiente seguridad. Desde que se impulsó esta iniciativa durante la
segunda legislatura del popular Enrique Fajarnés, las mejoras en este
aspecto han sido mínimas. Durante los gobiernos de los socialistas Xico
Tarrés (1999-2007), Lurdes Costa (2007-2011) y las conservadoras
Marienna Sánchez-Jáuregui (2011-2013) y Pilar Marí (desde el pasado
junio), el carril-bici sigue siendo un desconocido.
«Tenemos un
proyecto encima de la mesa para ampliar y mejorar zonas, pero no le
compete a mi departamento acometerlo. Es responsabilidad de la
concejalía de Movilidad y Medio Ambiente», explicó ayer Mar Sánchez,
regidora de Deportes desde las últimas elecciones municipales. A día de
hoy, solamente el citado bulevar, el Paseo Juan Carlos I y zonas de los
barrios de es Pratet y ses Figueretes tienen vías reservadas para
bicicletas, que también pueden rodar segregadas del tráfico motorizado
–pero no de los peatones– a lo largo de la playa que da nombre a la
última zona urbana mencionada.
El proyecto al que aludió ayer
Sánchez no lo tiene nada fácil para ver la luz tras el reciente anuncio
del Ayuntamiento de Eivissa de posponer la reforma y peatonalización de
Vara de Rey (presupuestada en más de 4 millones) hasta que acabe la
crisis económica. Pilar Marí alegó el pasado sábado «falta de liquidez»
para lavarle la cara al paseo.
La bici siempre ha sido un tema
espinoso para los políticos que han ostentado cargos públicos tanto en
el Consistorio como en el Consell. «Crear carriles está muy bien, pero
no sabemos dónde ponerlos», se excusó en otoño de 2011 Joan Mayans,
actual concejal de Movilidad, en un coloquio sobre medio ambiente en el
Club Diario. Medio año antes (a solo tres meses de comicios autonómicos y
locales), Albert Prats, conseller del mismo ramo, presentó un plan para
reformar la ronda E-10. En el centro de la vía se quería construir un
carril-bici, perdido en el limbo de las promesas electorales tras la
derrota progresista.
«Si el proyecto sale adelante, ubicaremos un
alquiler de bicicletas que sería muy beneficioso para los ciudadanos»,
comentó ayer Mar Sánchez.
Esa idea no es de nuevo cuño, aunque
nunca se ha podido trasladar a la isla el éxito del Bicing barcelonés,
algo que sí han hecho Zaragoza (Bizi), Valencia (Valenbisi), Burgos
(Bicibur), Salamanca (Salenbici) o Girona (Girocleta) por citar algunos
ejemplos.
En el verano de 2009, Joan Rubio, edil para asuntos
medioambientales durante la legislatura de Lurdes Costa, profetizó que
el alquiler de bicis comenzaría antes de que acabara aquel año. Febrero
de 2010. El propio Rubio explica a los ciberlectores de es Diari en una
entrevista on-line que ese servicio se implantará a la mayor brevedad.
Paradójicamente, es en ese mismo mes de febrero cuando el concurso para
otorgar la concesión de Eibici –así se había bautizado a la idea– queda
desierto al no satisfacer el pliego de condiciones exigido la única
empresa que se presentó.
Clima óptimo para el ciclismo
Bajo
20 agradables grados, los 1.525 participantes en el XXIII Día del Pedal
se dividieron en tres grupos en base a sus edades (había niños de hasta
tres años acompañados por sus padres y abuelos) para recorrer tres
circuitos diferentes, el más largo de nueve kilómetros y que obligó al
cierre temporal de vías como Isidor Macabich o Ignasi Wallis. Durante el
mismo mediodía, 1.600 kilómetros más al norte, con trece grados menos
en el mercurio y bajo una llovizna molesta, Groningen volvió a moverse
un día más al ritmo de sus bicicletas. Hoy, pese a ser laborable,
volverá a hacerlo. El documental de Streetfilms The World's Cycling City
da fe de ello y narra la reconversión que tuvo que acometer esta
universitaria urbe cercana a la frontera alemana en los años 60 y 70
para expulsar a los tubos de escape de su casco urbano.
Mientras
tanto, en Vila, muchas bicis volverán a quedar aparcadas hasta el
siguiente fin de semana. Con la excepción de Dalt Vila, encontrarse en
un llano (como los Países Bajos) no ayuda al resto del municipio a
fomentar las pedaladas, locomoción cada vez más habitual en Estocolmo,
Berlín... o Barcelona. Desde el 17 de marzo de 2007, la capital catalana
cuenta con una red de estaciones (424 actualmente) para alquilar estos
vehículos las 24 horas. Mientras en Eivissa aún se sopesa la idea, por
los carriles-bici de la Diagonal o la Gran Via ruedan a diario 6.000
velocípedos rojos propiedad del Consistorio barcelonés.