http://blogs.elpais.com/love-bicis/2011/10/es-la-bici-de-izquierdas.html
Un carril bici en la Gran Vía madrileña. Esa ha sido la primera propuesta de la alcaldesa en potencia Ana Botella.
“El espacio será detraído del que actualmente está destinado a la
circulación de vehículos”, añadió ayer la concejala de Medio Ambiente
que aseguró que el Ayuntamiento de la capital quiere “avanzar en
la idea de hacer de la bici una auténtica alternativa de transporte,
más allá de su uso lúdico o deportivo”. Aunque los pedales llevan siendo prioritarios desde 2007,
el carril bici llega ahora. Hace cuatro años, Sevilla apostó por los
pedales y se produjo un cambio radical en la ciudad. Ahora que el PP
gobierna la capital andaluza con el propósito de “hacer de Sevilla la
mejor ciudad del mundo”, la bicicleta ha perdido relevancia; una de las
primeras medidas que tomó el equipo municipal fue derogar el plan centro.
Con esa política, el anterior gobierno había limitado el acceso de
coches al entorno de la Giralda cambiando el dominio de los automóviles
por el de los peatones y las bicicletas. A Juan Ignacio Zoido no le
parecía apropiado y nada más sentarse en el sillón de alcalde, las cuatro ruedas volvían a circular por la zona. Pocos días después, desmontó la Oficina de la Bicicleta, lo que provocó la movilización de asociaciones pro bici como A Contramano,
que expresó en un comunicado su postura: “Estos gestos solo se pueden
interpretar como un ataque en toda regla contra la movilidad no
motorizada (a pié y en bicicleta) de nuestra ciudad por parte de su
gobierno municipal”. Como el ayuntamiento de la capital andaluza, Palma
de Mallorca o Castelldefels han matizado su política de movilidad y su
relación con las dos ruedas. Pero, ¿es la bici de izquierdas?
Pocas semanas después de que Mateo Iserm (PP) llegara al poder en Palma, anunció que desmantelaba el carril bici de Avenidas. Planteaba un trazado mixto para devolver espacio a los coches y, a cambio, utilizar parte de las aceras.
En Castelldefels ocurrió algo parecido en el Paseo Marítimo. Las bicis
ganaron un carril a los automóviles y compartían calzada pero al
estrenar regidor popular comenzaron los cambios.
“El único argumento que aportó Manuel Reyes fue que los coches tardaban
más en aparcar si había bicis de por medio; concretamente entre 2 y 5
segundos más. Por ese inconveniente decidió invertir en retirarlo”, explica Joan Valls, presidente del Bicicleta Club de Cataluña. “Nos preocupa un poco que un gobierno conservador no sea sensible a la bicicleta”, añade.
La asociación con bicicleta e izquierda en España no es casual.
Sevilla, Zaragoza, Barcelona o Vitoria son algunos de las mejores
referencias en cuanto a inclusión de la bici en las políticas de
movilidad. Todas, menos la capitall vasca, han estado gobernadas por
partidos de izquierdas. Castellón, con el PP, también ha hecho un gran
trabajo mientras que Valencia, Santander o Murcia han realizado
aproximaciones. Valencia creando una interesante infraestructura
ciclista mientras aprobaba una hiperrestrictiva normativa. Las otras
ciudades han hecho un hueco a la bicicleta “a costa de reducir el
espacio de los peatones y no el de los automóviles”, comenta Valls. En
el otro extremo, en el de cero bici, se sitúa Madrid; al menos hasta ayer.
“La cultura de las bicis está de moda. Y es cierto que hay una cierta
conexión política con el ciclismo y la izquierda”, dice Frits Bredal, embajador de la bicicleta de Dinamarca.
“Cuando los conservadores ganaron en 2001 querían deshacerse del
Ministerio de Medio Ambiente y cancelar la política pro bici. Por suerte
unos años después cambiaron completamente y se dieron cuenta que era
estratégica en movilidad. No se puede politizar con eso porque alguien
podría usarlo en su favor y mermar así una evidente mejora en las
políticas de movilidad urbana”, continúa.
Parece que la fuerza de la revolución ciclista es tan fuerte que está
superando ideologías. A medias. No da buena imagen que en medio de una
crisis de financiación regional los ayuntamientos que han cambiado de
color político, y han usado la bicicleta como arma arrojadiza, inviertan
recursos en desmantelar obras ya realizadas.
En Londres el Tory Boris Johnson fomenta los mapas de calles tranquilas; Múnich, capital de la conservadora Baviera, lanza campañas publicitarias en favor de los pedales y Nueva York, el independiente con guiños republicanos Bloomberg anuncia un servicio de bici pública. En España eso no ocurría. Aquí la bici se ha usado como política de marca: la izquierda la fomenta; la derecha la critica. “Durante 12 años el PP no había hecho nada por la movilidad de Logroño. La ciudad, de un tamaño reducido, estaba llena de Jaguars y BMWs;
todo el mundo iba en coche, por eso impulsamos un programa que apostara
por la bicicleta”, dice Concha Arribas. Era concejala de movilidad en
Logroño; ahora está en la oposición pero el cliché se mantiene. “Es
cierto que la bici provoca un enfrentamiento cultural entre dos maneras
de ver el mundo pero eso no significa que tenga que tener ideología”,
explica Dmitry Gudkov, fotógrafo neoyorkino bicicletero.
La bicicleta es política. Lo que es cuestionable es que sea una decisión
partidista. “Gobierne el partido que gobierne lo importante es que
tenga gestos, promueva medidas legislativas y apoye su uso; esa es la
base”, concluye Manuel Martín, presidente de la Coordinadora en defensa de la Bici. El anuncio del carril bici madrileño igual es un paso adelante.
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